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miércoles, julio 16, 2008


Columna Revista Nueva (13/07/2008)
¿La Inteligencia ayuda a ser feliz?
Por Noemí Carrizo. Profesora en Letras, periodista y escritora

"Me habia acostumbrado a la infelicidad y acaso no la cambiaría por la felicidad", escribió Jorge Luis Borges.

La reflexión le llegó en su madurez, cuando el éxito y el afecto colmaron sus últimos años.

Pero, al parecer, la inteligencia no ayuda a alcanzar la plenitud existencial.

El escritor Ernest Hemingway, que vivió experiencias excitantes, incluso como protagonista, en epopeyas como las dos guerras mundiales y la guerra civil española, se casó cuatro veces, tuvo incontables amores, alcanzó fama y prestigio mundial y terminó suicidandose. Está comprobado que sacar una puntuación alta en una prueba de inteligencia -lo que implica un vocabulario amplio y agilidad mental- no se relaciona con la capacidad para llevarse bien con los demás. Por lo que el psicólogo Diener, de la Universidad de Illinois, afirma que lo que importa es la "inteligencias social" que abre la puesta hacia las realizaciones satisfactorias.

Según algunos investigadores, Occidente no está preparado para albergar ni dar alas a las personas mentalmente dotadas, pero sí se encuentra inclinado a alentar a los atletas o figuras con destrezas físicas. Salvo los excepcionalmente brillantes, como Albert Einstein, que fue reconocido, el resto de la gente de alto nivel intelectual trabaja en empleos mediocres y lleva una vida personal oscura, cuando no desastroza. Esto lo confirma la lista de Mensa, el club integrado por los más inteligentes del planeta. Los sistemas de educación en países cuyo fin fundamental es la acumulación de riqueza, promueven la imagen del héroe de película, excelente para la fuerza o el deporte, pero no la del más esclarecido. De ahí que individuos con importantes conocimientos alcancen un bajo nivel social y profesional. Desde niños son "los raros". Gran parte de ellos, en los últimos tiempos, son llamados geeks, personas con una gran fascinación por la tecnología y la informática. Estos jóvenes tienen una buena comunicación con otros a través de los foros, pero se inhiben en el intercambio tradicional. Aún así, son absolutamente sanos, no consumen drogas ni alcohol, y presentan niveles cognoscitivos asombrosos. Al parecer, esta manera aislada de vivir no les permite desarrollarse, desde el punto de vista social, con la misma eficiencia con que lo hacen intelectual y hasta físicamente. Su desarrollo emocional quedó paralizado al no enfrentarse en un diario vivir con situaciones y vivencias con las que sí tropiezan y deben superar el resto de las personas (amistades, primeras relaciones de pareja, competencias, deslealtades). Los adultos que los rodean suponen que al ser superiores y eruditos pueden hacer frente a cualquier conflicto, lo que es erróneo. Sus compañeros de estudios los evitan por que los "lideres populares" señalan que hay que ignorarlos. Esto ha pasado durante siglos con los seres sobresalientes, cuando debieron afrontar una continua soledad fuera de todo homenaje, respeto o regocijo compartido. Pero parece que algo está cambiando en el siglo XXI, donde los geeks están ganando posiciones por su extraordinario potencial. Además, se destacan como modelos a seguir, ya que muchos de ellos alcanzan grandes fortunas dedicandose a la alta tecnología. ¿Cuánto dinero recibieron, por ejemplo, los que "inventaron" y vendieron YouTube? Otros de los impedimentos para la completitud existencial de estas personas es que perciben y reflexionan con mayor intensidad los dramas, tristezas, desgracias e injusticias que las rodean, sintiendo a flor de piel la tragedia Humana.

Lo relevante para la felicidad es el talento para saber lo que se desea, sin tener en cuenta el estatus, situal decisivo para estos tiempos. Según el economista Andrew Oswald, de la Universidad de Warwick, en Coventry, Inglaterra "el dinero compra un lugar privilegiado, lo que hace que determinadas personas se sientan mejor, pero no todas. De ahí que tantos artistas como científicos notables acepten tareas no bien remuneradas, pero que los hacen sentirse plenos".

Para finalizar, no podemos negar que existe una inteligencia práctica, la que logra subsanar las cotidianas vicisitudes y empuja a seguir adelante, aun en medio de una crisis individuales o financieras. Y es esa constancia la que mueve hacia la ventura, ese peregrinar sin desesperanzas por los ríspidos senderos de la existencia, lo que lleva a la dicha.

"Despues de todo, el genio no es más que la infinita capacidad de tomarse constantes molestias, Watson", afirmaba Sherlock Holmes, legendario y sagaz personaje de Arthur Conan Doyle.

Y la felicidad, ese ejercicio sin tregua, puede ser también una de las formas de la sabiduría.

Comentario personal

El epílogo de la nota creo que es lo más importante y como estudiante tengo una fuerte consideración de que el cambio está.

Sostengo que en el ámbito de la enseñanza se debe estimular estas acciones. Un niño con inteligencia social, sin lugar a dudas, tiene más ventajas sobre alguien que no lo posee.

Al plano de la Universidad, y en particular mi carrera (Ciencias de la Comunicación) no dejo de sorprenderme la capacidad que tienen los chicos para sortear distintas dificultades y la polaridad de inteligencia que hay, como también los que no tienen voluntad para hacer las cosas. Particularmente creo que soy un estudiante de inteligencia social, tanto que me parece que no habría llegado sin las relaciones sociales que tuve dentro de la facultad. La inteligencia práctica da un margen de error que permite descubrir nuevas sensaciones y nuevos caminos, pero también hay que reconocer que una buena nota hace, indefectiblemente, un dato cuantitativo que no se discute. Un inteligente social no consigue una beca universitaria con un promedio 6.

Creo que hay que ser inteligentes primero y luego hacer de las relaciones sociales un bien sostenido con un marco teórico que ayude a las personas encontrar un piso sobre las relaciones sociales, no perdiendo la creatividad y fomentando las ideas a partir de una cultura que parte desde el estudio.

A disfrutar la inteligencia y a seguir ayudando a los demás a encontrar sus caminos que anulan la ruta de la estupidez y la ignoracia. Una de las tantas formas de ser felices con el conocimiento... a tomarse la molestia nomás.